— Tarde del Viernes Santo — Las campanas en la tarde del viernes, no repican. El suelto badajo es ahora, a manera de índice muerto, sin alma... A las campanas, en la tarde del viernes reemplaza el sonido hueco y sepulcral de una vieja matraca... Y aviva en la mente lírica el gangoso chirriar de las tablas, memorias de páginas sueltas, vislumbre de antaño, cosas que fueron en épocas santas... Tarde de lluvia; lentas, lentas, sobre el mohoso tinglado de pino, de roble y de lata, tocan también, dolorosamente, lluvias divinas, que son lágrimas... Sigue su queja monótona y ronca la vieja matraca, y palpita en el alma que rige la vida una evocación serena de historia sagrada, –látigos, lanzas, Pilatos, Caifás, Judas– ¡Cuántas imagenes! Cristo, la Virgen María y la Magdalena, tierna, liviana: la plebe revuelta y sarcástica, la plebe que jura y maldice, la plebe que acepta y acata; y rodeando a Jesús en el Gólgota, soldados que fuero heroicos, legiones romanas... Después, después, tres cruces simbólicas en el montículo árido; un vuelo de nubes, centellas y truenos; y por último, el llanto infeliz que vierte una madre... Tarde del viernes, no cantan ni rezan las sonoras campanas; están mudas de pena... Llueve... Y sigue gimiendo el sonido monótono y lánguido sobre la torre vetusta: es que llora piadosa la vieja matraca... El mundo medita: y del púlpito regio, con signo de alarma, cae sobre las nucas altivas del pueblo humillado, del pueblo que acata o maldice, el cuento divino, la leyenda rosada que tuvo Jesús en su boca de mártir, sangre y espiritu, en forma de Siete Palabras... Tarde del viernes: no vibra el repique de las nobles campanas toca por ellas, en la torre vetusta, una vieja matraca, ronca, sepulcral, monótona y lánguida... ¡Padre nuestro que estás en los Cielos, ten piedad de mi alma...! * * * Alfredo Collado Martell nació en Puerto Rico en el año 1900 |
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