— El hombre — El hombre con su muerte proyectada en el rígido espejo de la ciencia, dobla la tempestad de su existencia a fuerza de haber sido sombra o nada. A fuerza de que fue carne imantada, hueso gris en el pulso de la ausencia, lleva su muerte en flor, su no-conciencia por corona de dichas una espada. Por corona de dichas un tormento, una angustia de sal y un pensamiento perdido sin razón, nunca pensado. Perdido sin razón el hombre calla, porque sabe, al final de la batalla, que es un poco de polvo desatado. * * * — Un destello de luz... — Un destello de luz y una medalla en el camino de un hermoso cuello, era de pronto un celestial destello cantando al alma por donde ella vaya. Una herida mortal que no se calla andaba a ciegas tras el cuerpo bello y de los pies subiendo hasta el cabello era una dulce y musical batalla. Pasando por la lluvia y por el viento comenzar a querer desde el final pensando que lo eterno es un momento. Ese amor que es celeste y es mortal duerme en el pecho con el sufrimiento guardado como un mismo madrigal. * * * Andrés Castro Ríos nació en San Juan en el año 1942 |
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