— Te busco y no te encuentro — Te busco y no te encuentro. ¿Dónde moras? ¿Lates sin realidad? ¿Eres un mito, una ilusión, un ansia de infinito? Y si amaneces, ¿dónde tus auroras? ¿En qué tiempo sin tiempo van tus horas desgranándose plenas? ¿Nunca el grito humano dolor quiebra el bendito silencio que te envuelve? ¿Nos ignoras? Partículas de ti fueron llegando; mi mar inquieto se convierte en río; hay trinos en el aire, canta el viento. Canta la vida toda. Por fin siento que estés, pero, dime, dime: ¿cuándo puedo saberte para siempre mío? * * * — ¡Oh, buen amor! — ¡Oh, ternura divina siempre en llamas! ¡Oh buen amor, paciente, generoso! Llegas a mí, brindándome reposo; no me impones tu afán, porque me amas. ¡Oh ternura divina! De tus ramas presiento el florecer maravilloso. Tú quieres que yo sea fruto hermoso, cosecha de tu huerto. Me reclamas. Escucho conmovida la voz tuya. Me llega triste; no le doy consuelo; rechazo su dolor y su agonía. Perdóname, Señor. Cuando destruya las ansias que me clavan en el suelo, entonces iré a Ti sin rebeldía. * * * — No me dejes — No me dejes, amor, en la añoranza. Dame, por fin, seguro y alto vuelo. Desarráigame, fíjame. Recelo que aquí no lograré paz ni bonanza. Mi sed inextinguible se abalanza y busca un ancho río, paralelo de un mísero y exhausto riachuelo. ¡Amor! Sacia mi sed; dame pujanza para volcarte en molde sin orillas. ¿Por qué, por qué te ciñes y encastillas cuando posees fuerza de coloso? Quisiera derramar esta ternura, que rebasa mi pecho, en la mesura de un pecho inmensamente generoso. * * * Ana Inés Bonnin nació en Ponce en el año 1902 |
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