La mañana fragante de tabaco y malojo
vierte la regadera de sus tintes sutiles,
y se tiñen las nubes de ingenuos desfiles
de amarillo y de lila, de violeta y de rojo.
La colina no encubre el pacífico enojo
que le inyecta la niebla que roza sus perfiles,
y al cruzar por el río las huestes pastoriles
el cristal de las aguas se quiebra de sonrojo.
Se deshoja el silencio de la madre montaña
cuando canta el silbido del ingenio de caña
el frágil ritornelo de sus ecos desnudos...
Estalla entre el ramaje un mar de melodías,
los campesinos todos se dan los buenos días
y los bueyes se miran humildemente viudos.