Alborozo
José Wan Díaz
Asoma Alba su cara amodorrada
y aves casi dormidas en el vuelo,
ya descienden al límpido arroyuelo,
ignorando la brisa congelada.
Astillas de rubor en la quebrada
la niebla cortan como frágil velo;
los astros apagandose en el cielo
auguran otra bella madrugada.
Saliendo el sol, comienza un alborozo:
mil pájaros celebran la mañana
con un festin de mimes y dajaos.
El remanso se torna en mar de gozo
y del nexo entre campo y bestia emana
un regocijo que asemeja caos.
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