— En la herreria — Hay canciones de yunque desde que empieza el día, hasta que cae la noche y envuelve la herrería. El herrero hecho nervios, robusto y corpulento, canta con el martillo sobre el yunque sonoro y arranca a los metales un profundo lamento entre un temblor brillante de lágrimas de oro. Un desorden de ruedas, de varillas y lanzas, ocupa el negro suelo; mientras el buen herrero se llena de esperanzas bajo la sonriente serenidad del cielo. En las tablas de un seto, carcomidas y oscuras, se ven mintiendo adornos algunas herraduras con tornillos y clavos y tuercas y arandelas, y forman un muestrario que mueve un movimiento imaginario al rojo resplandor de la candela. Hay un soplo de vida por toda la herrería desde que nace el día hasta que muere el día. No descanza un momento el fuelle de la fragua, que es amiga del viento y enemiga del agua. El metal indomable sufre al fuego su encierro; es un milagro dúctil de púrpura y de brillo; y al batirse el martillo sobre el fuego del hierro se estrellan las tinieblas a golpe de martillo. Y el forjador trabaja, se baña en sus sudores; pone tersos los músculos a fuerza de golpear; sufre frente a las llamas quemaduras y horrores y no se sienta nunca un rato a descanzar. Mas ... después del trabajo, cuando llega la tarde y los ruidos descanzan y la fragua no arde, y suspenden los yunques su divina canción, retorna el buen herrero al familiar regazo, con el libro que estudia metido bajo el brazo y en la mente las áureas gemas de una ilusión. ¡Oh, el encanto indecible de la sana alegría que difunden los bronces por toda la herrería y cae llena de ecos al anochecer! ¡Oh, la alteza de espiritu que domina al herrero desde que rompe el alba sobre su yunque fiero con un gran martillazo lleno de amanecer! ¡Salve, soplos de vida que invaden la herrería como una bendición, desde que nace el día hasta que muere el día apagando los salmos del yunque y del marrón! ¡Dios proteja al herrero de brazos corpulentos que doma lo indomable sobre el yunque sonoro, y arranca a los metales estrellas y lamentos, entre el temblor de fraguas y lágrimas de oro! * * * Antonio Salvador Pedreira nació en San Juan en el año 1899 |
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