— Con un hombro menos — No habrá un minuto de silencio cuando yo muera, ni una nube cruzará frente al sol ni dejará la luna de embellecer la tierra. Ni una lágrima de pena cuando yo muera. No, no podrá haber silencio ni obscurecerse el sol, ni la tierra sin resplandor bajo la plateada luna, ni lágrimas de pena. Porque... El día que yo nací hubo un gran alborozo en mi casa y en la ajena. Así me lo aseguraron mis mayores. Hasta mi nombre fue elegido para enterrar una pena. El sol colándose por la celosía deslumbraba mis recién nacidos ojos de alegría. Y esa noche la luna sonreía con su sonrisa amplia y vacía y las lágrimas se secaron en los más tristes ojos. Así, que cuando yo muera la vida seguirá su tremenda algarabía de coquíes, de niños llenos de alegría que es la vida misma. Donde me entierren, los coquíes cantarán contentos sobre mi tumba. Ya en el cementerio sus solitarios muertos se sentirán menos solos. El sol brillará más intenso para que sobre mi tumba un árbol crezca. Y esa noche la luna vendrá a saludarme como tantas otras en mi ya larga y ardua jornada, y recordaré que jamás de mi lado ni siquiera en la cárcel se ha alejado. Las lágrimas estarán secas en los ojos de los sufridos porque no podrán caer hasta que sean de alegría por la felicidad de todos, que ahora en mi ausencia tendrán que seguir llevando su carga con un hombro menos. * * * Consuelo Lee Tapia de Corretjer nació en San Juan en el año 1904 |
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