En un tallado cofre de sándalo de Oriente
conservo los recuerdos más dulces y queridos:
amarillentas cartas, retratos desteñidos
y rosas que aun escuchan las cuitas de la fuente.
El cofre, a los caprichos del tiempo resistente,
satura los objetos, teniéndolos unidos
con un perfume vago que aviva los sentidos
y evoca florescencias del alma y de la mente.
Mi corazón es cofre también de esa madera:
sándalo de un Oriente fabuloso, que aroma
las múltiples visiones que enciende la quimera.
Para mirar los cuadros que borra la distancia
abro mi cofre, y sueño... ¡La misma primavera
no tiene para el campo tan mágica fragancia!