— Arboles — Esos árboles que no se llenan los bolsillos de aguaceros, que no solo viven de verdes pensamientos amarillos. Sino que le sacan puntas a las hojas para adelantarse al rumbo venidero de sus frutos. Estos árboles que aprenden con la lluvia a no mojarse los pies, aún cuando el agua les suba a la cintura. Estos árboles se comunican con la doncella que está con dolores para que multiplique el número de su amante por si misma, Para que pueda decir amado multiplícate dentro de mí, para que cuando la emoción se acerque a su cuadrado tu imaginación cautive la palabra con labios. Esos árboles le dan albergue a la opinión desamparada que tan elocuentemente cultiva la anonimia. Donde la madera verde de la lluvia le brota en llamaradas por los dedos... Aquellos árboles producen la tela y combustible de sus suelos con la nieve imposible del verano con lo que sucede en la noche de abril de cualquier mes de mayo para que lo imposible escale en el gozo de su desventura la cima infranqueable de lo que la claridad no deja ver. Aquellos árboles ponen a madurar su ir en su venir, aprendiendo a salir en su llegar. * * * — Esos árboles — Esos árboles que lavan con el corazón la casa deshabitada del cariño, donde el llanto no tiene tiempo ni de llorar su muerte; donde la esperanza no espera para desatarse en llamas por la doliente vecindad del desaliento. Esos árboles que ven la pena salir corriendo a gritar por las ventanas, anudando la voz de los vecinos para que puedan bajar a despedirse de su propia despedida. Esos árboles que meditan sobre los que malbaratan el caudal de su talento para asegurarse de que el sol no los comprenda, –los que gastan pródigamente la mañana de la doncella que está con dolores– los que pisotean la niñez de los caminos, los que lo saben todo menos lo que no saben. * * * Clemente Soto Vélez nació en el año 1905 |
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