![]() — Hay un poema solo — Como cortezas vivas, los sintagmas o magma o savia o plasma o como linfa niña piel del agua las partes amorosas se separan. Igual que carne y uña violadas como corteza viva, la palabra. La muerte como verso; no muerte como sueño. Tu y yo recreando un nuevo ritmo: la muerte como un hijo. Lo supo bien el Cid –los ojos manan. Ojos quieren tañer sus dos campanas doblemente partidas. La muerte como hijas. Pero a la sangre nunca se le ordena; no confunde su huella, habita en ella. La sangre nunca olvida la razón, la última versión lúcida con que espesa el sello de la espera. En su imagen total el duro verso, ya en trance de semilla su códice transmite a la otra orilla. El duro esfuerzo recompone el vaso siempre del mismo barro edénico y sencillo. La muerte es como niña o como niño. El mundo se transforma tras cada luna rota. Hiato en el Poema, la muerte es la promesa, recurso separable, nacimiento que ensancha el universo la pausa inescapable que obediente –sagrada es la medida de la muerte– divide en apariencia; elige, urge, anuncia otra evidencia, transforma, capta, abre ritmo desconocido libre ya del delito y del castigo a la Palabra del principio vuelves conjugándose aquí humildemente el Verbo para ti se vuelve Canto ah pero, Anita, el llanto, el llanto es para todos. Hay un poema solo. * * * Diana Ramírez de Arellano nació en New York City en el año 1919 |
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