— Amor... amor... — Eras en mi existencia como planta, como piedras, un puntillo de arena; una silueta huraña del camino; una lágrima larga, pero yerta en la noche de angustia. Eso eras tú sin serte... ¡Qué llama más honda y más secreta se estrellaba en mi oído! Y llegaste a mis manos, centinelas de sol, oro y palmeras de sueños. Eras sólo una idea penetrante y aguda en el cerebro. Contenido en olor de cosas ciertas te velaron mis dedos. Tibia ascensión de luz desde tu tierra me amaneció la vida. Y quedaste en mí, esencia, mármol, seda afluir de mis fuentes, ¿hacia donde? Donde tu voz empieza... Quedaste como Dios en toda marca. En tí mis ojos sueñan la placidez del alma que se echa con su dolor de ruta en el camino por recibir a Dios, y amando ... ¡espera! Elena Ayala de García nació en Puerto Rico en el año 1924 |
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