— Sólo al dolor... — Sólo al dolor mi corazón provoca con su latir de inmenso enamorado. Cómo duele saberse ya olvidado por tu mano, tu voz y por tu boca. La pena por mi sangre desemboca al sentir sobre mí tu pecho amado tu cuerpo por mi cuerpo señalado, dulce sueño del labio que te evoca. No ha podido vencer la lejanía tu ser, polen de amor para mi viña tan sólo tú renaces mi alegría. Por tu mano que el tiempo me cercena, por tu voz, por tu boca día a día cumplo en tu corazón una condena. — Solo está el hombre... — Solo está el hombre con su dolor a cuestas; desvelado en su sombra diaria. Un dios ahogado le corre por las venas como una herida vieja. Cargado de silencio cruza por el mundo con su triste equipaje; encadenado va por calles de miseria. Busca en su corazón una mirada, una palabra, tierna o dura que le diga que humanamente existe. Inutilmente busca. Sus brazos no detienen ya la nada. La soledad ama a su pecho que habita ferozmente. La muerte no necesita tiempo para crearse. Edgardo López Ferrer nació en Toa Baja en el año 1943 |
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