— Nacimiento del nuevo mundo — A cada paso que la nave avanza, más fulgurantes muéstranse los astros, más plácido y vivifico el ambiente, más solemne el silencio, más augusto el misterio que a todas las Edades atrajo hacia occidente... Allí del sol cuando la luz primera las sombras disipó, reconquistado por él para los hombres, pareciera el Edén: pureza tanta en aquel suelo, el corazón encanta. Frente a las naves cual si Edades muertas dejado hubieran del edén soñado copia felices cuantos sueños fueron, de las antes desiertas olas sobre la cima, aparecieron uno tras otro paraíso, el índico 92 el risueño jardín de las Hespérides y el edén semítico. Colón embelesado, se encamina, de aquellas islas a la más cercana; horizonte risueño y transparente; una mar hasta el fondo cristalina; una estrella luciente cada copa de palma en los palmares; urente foco el sol, un sol de llamas; ustorio espejo el cielo; intolerable reflector el suelo; cascada de colores el espacio; la Isla una esmeralda sobre un manto cubierto de diamantes, Piedras preciosas por el aire errantes los pájaros del bosque y la enramada; Templo solemne la floresta umbría, fuste sublime de columna trunca, la ceiba por el rayo destocada; árboles vistos por el hombre nunca que ofrecen a la vista en su ramaje hojas y flores de plural linaje. Alma de aquel paisaje el ser humano, lo sublima su aspecto soberano. Del edén en la playa, al borde mismo donde rompe la ola, Adanes se ven mil; Eva, una sola... Eugenio María de Hostos nació en Mayagüez en el año 1839 |
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