— El limpiabotas — Lleva el sol diluído en su cajita de alquimista del hampa. Sus pupilas –bolas cargadas de vigilia– se saben de memoria el poema de la madrugada. A veces, en vano tira su súplica a la aurora y su ruego a la noche. Nadie quiere barnizar de sol sus botas por la pequeña gloria de un níquel. El duro lecho del zaguán golpea el abdomen vacío que aúlla su apetito e implora la anestesia del sueño. Un día el limpiabotas acuesta su ebriedad de albas en la cama convexa del arroyo, y un auto lo transporta al infinito. Incrustado en el asfalto sus parroquianos lo encontraron con los brazos izados, en actitud de lustrar los zapatos del aire. * * * — Ritmo astral — En los aeroplanos de mis ojos mi alma asciende a planos ultracósmicos– Allí, de vibraciones estelares llena la cuenca virgen de sus odres– Aprende, cual lección de astronomía, el poema de color del horizonte– Escucha la canción de las sopranos luminosas de las constelaciones– Y oye el verso, flagrante y encarnado, de los poetas ígneos de los soles– Plena de melodías planetarias retorna el alma, al globo, donde traduce al léxico mundano el ritmo extraño de los orbes– En el proscenio sideral dos astros se fugarán en dirección opuesta– * * * Fernando González Alberty nació en el año 1908 |
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