Fedora Montañez Cáceres



— Mar Caribe —

¡Mar Caribe!... aquiétame el espíritu
y deja que mis ansias se escondan en tu espuma
para sondar intacto al reino de Neptuno
cuando tu oleaje abraza mansamente al Atlántico.

Imana las arenas de nuestra perla isla,
para sentirla nuestra en la eterna energía,
y evitarla del rapto «que las voces de asombro
de la boca del viento» nos vomita el secreto
que a la concha, quiere volver la perla.

Desdóblate en un soplo hasta la falda monte
y encuentra en las colinas el cíclico misterio.
Hermánate en el toque de mi gaviota esencia,
y que la mies, lirios del valle transfigure.

¡Mar Caribe! Mi piélago, mi espacio,
desde que brindó el mundo la llama a mis luceros,
te vi querube suave ondear en mis altares, y,
desde mi inocencia fui eterna en el poema,
y, tú, Caribe, mi eterno poemario.

Yo sé a dónde llegaron las olas que moldearon
mis sueños con espuma y rocío nacarado.
Sé que en constante viaje flirtearán con el viento
para esbozar perennes a otros mares
regiones y potencias, las fatigas del rapto.

Sé que en otros altares de otras tierras lejanas
se estarán tempestando en lloviznas delgadas
las gaviotas esencias mensajeras del rito
y el sahumerio sutil de los lirios del valle
será el místico incienso que propague el aviso.

¡Mar Caribe!... Azul. Sereno. Blando.
Fontana azul, sostén del cielo mismo.
Menuda lluvia blanca que se te vuelve espuma
toda vez que las nubes se te montan en ancas
y te empapan tus olas con rociar de aguaceros.

Mar sensitivo, con cadencias de hombre
porque cuidas mi tierra con pureza de dioses.
Mi mar, mi dueño. Mi indio mar. Único indio
que ha quedado inviolado.

¡Mar Caribe en Puerto Rico!... Mar intacto.
Venerable. El más cauto de «todos nuestros
sueños isleños»; que no llegue el momento
del fragor del Caribe, que despierte muy pronto
su aletargado ruedo, éste, mi incauto pueblo.

* * *

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