— Verdor que salta — Inminencia, celeste inminencia de días que son pájaros, de pájaros que son venas. Frescas corolas que se imantan más allá de mi abismo. Un ritmo aparte que mitiga la ausencia en que me hallo. Algo como un dolor que acorta la distancia del cielo. Tendré un nuevo ser. Un ritmo cenital que me hace libre de todos los augurios de la tierra. Verdor incontenible. Verdor que salta hasta alcanzar el triunfo de lo que ha sido en mí la noche plena. * * * — ¿Por qué desaparezco? — Después de la sutil locura se agranda mi Dios en los lirios, empiezo a darme luz en las esquinas y se paraliza el polen de los muertos en lo que de mí está sellado. Me llaman. ¿Qué hacer si los brazos ahuecados aún repiten el aroma? ¿Qué hacer si la desnudez no es completa y los narcisos vuelan desde el gozoso ocaso hasta mi humilde aurora? * * * — Nana de la virgen — Yo quiero este copito placentero. Este tul de la risa sobre el muro. Sentadito en mi falda el mar tan puro. El donante del iris volandero. Entre mis manos torna el sol primero. Un suspiro no más a mi conjuro. En un pañal de brisa lo aseguro. Mi pétalo que escuda, mi lucero. Y ahora recojo, leve, de la luna la hoja que se duerme en el rocío. Tanta flor. Tanto vuelo. Tanta fuente. Yo le digo a la rosa que lo acuna: más alto el ruiseñor, más alto el mío, con su ovillo de miel resplandeciente. * * * Francisco Matos Paoli nació en Lares en el año 1915 |
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