— Abordaje al Shemptishire — Por el canal de la Mona bergantín danés que pasa. Próxima de las restingas está la velera Ana, el mástil a media vela, lista para la batalla. Entre cervezas y humos los daneses se la pasan. Sopla el terral suavemente, y quieta la marejada se va rompiendo en rosales de copos y espumas blancas. Del fondo de la escotilla voz de mujer que se escapa; voz que en el medio del mar suena como una esperanza que prende tibios ardores y aviva dormidas ansias. Lánguida canción, parece que hondas tristezas desgrana... Sobre el bergantín danés, veloz, la velera Ana, hunde su afilada quilla en abordaje pirata. –Tremolad la calavera sobre la vela más alta; listos tened los machetes; cautela poned al ansia; hinchad el pecho velludo con la salobre fragancia, que sobre el puente de proa Roberto Cofresí manda– Los daneses son valientes y en el mar la lucha es rápida... ¡Catorce bravos tendidos y una mujer apresada!... ¡Botín que en mercado libre ni se cotiza ni cambia!... A Cofresí se la ha vuelto la palabra sofocada, porque con manos de súplica le están estrujando el alma. –Señora, ¿de dónde sois? –Pirata, vengo de España– –¿Teneis familia, señora? –Sólo dos tíos en la Aguada Vengo en busca de salud y me encuentro la desgracia. Amparo Amador me llamo– –Señora, con eso basta. Sois huesped de mi velera y caballeros no faltan. Tomad vos mi camarote que llegareis sana y salva–. Y mientras ambos se escuchan, las palabras se entrelazan, un silencio los detiene, y una mirada los ata. La espuma se ha vuelto tibia al salpicarles la cara... Y metido allá, en la popa el Dominicano fragua un chiste, que se desfleca en risas y carcajadas, y quie le aplaude nerviosa la tripulación pirata... –Al capitán lo mandé por la ruta más cercana, donde lo puedan vestir con su filipina blanca, y fabricarle San Pedro allá arriba, un par de alas. Suave como el alcornoque que por nada se desgracia; y como el tiempo era corto, y la cautela fué larga, lo plagué de sanguijuelas con veintiuna puñaladas–. Por las rendijas del cielo se asoma a la madrugada, y entre una ronda de nubes surge el lucero del alba, que desmaya sus clarores sobre el puente de la barca. El faro gira que gira, de luz, va dando palmadas, y en repentinos enfoques a un hombre. Sólo retrata, que firme sobre el timón tiene la voz empeñada. Agil emprora la nave a la quietud de la rada, las velas que se recogen, y al fondo del mar, el ancla... Dos marineros a un bote, el capitán y la dama... Y mientras rompen los remos el turbio cristal del agua, se abre un paréntesis cálido, que entre furtivas miradas desflora no sé que cosas que discreto el verso calla. Húndese el bote en la arena y un marinero lo vara. La diestra de Cofresí es mano leal y franca... Amparo Amador la estrecha para saltar a la playa. Ademán de caballero tuvo el adios del pirata... Hubo una sonrisa tímida; un decir sin decir nada, y un corazón todo pleno de música sin palabras Gustavo Palés Matos nació en Guayama en el año 1907 |
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