— Al sol — ¡Oh, sol resplandeciente! ¡Con cuánto gozo báñase natura en tu luz esplendente, clara y pura! ¡Oh! La divina llama que destella tu frente, cuán presto se derrama por el extenso suelo, rasgando de la noche el negro velo. ¡Divino sol! La aurora en aliento de rosas empapada, sigue tu huella de luces circundada, rasga su oscuro manto la noche aterradora, el ruiseñor su canto rompe suave y gozoso, al destellar tu rayo fulgoroso. Todo el orbe renace del sueño en que pesada le envolvía la quietud muda de la noche umbría. Despierta el ave canta. Libre la oveja pace. Y el mortal se levanta de su letargo inerte que remeda la imagen de la muerte. Y en tanto el velo ornado del torrente creador de tu lumbrera extiendes por la inmensa y rica espera; y el pronto resonante queda a tu luz bañado, no siéndote bastante para seguir tu vuelo, el luciente, azulado y claro cielo, que ardiente y coronado de rayos inflamados, cristalinos, y cubierto con trajes purpurinos, divides rutilante, y en tu carro dorado te meces incesante precedido de aurora que de puro zafir tu sien colora. Cual tu luz argentada el firmamento y todo lo ilumina con tu fulgente llama purpurina cuando tú levantando tu frente nacarada la esfera vas dorando y la noche estrellada ahuyentando tu marcha reposada. Así de luz ceñido y de plácidas nubes circundado arde el cielo en tus llamas inflamado; así todo te adora: el náufrago batido de las olas, te implora y tu grata luz mira cuando en el mar el huracán expira. Mas tú, ¡ oh, astro glorioso! con tu sagrada lumbre, en un momento bañas de claridad el firmamento ya separando el día celestial, dulce, hermoso, de la noche sombría; mientras rápido vuelas y el cielo con tus puras luces velas. Y del divino cielo mil tenebrosas nubes que se cruzan la noche al asomar, se desmenuzan al disfrutar siquiera de tu rápido vuelo la llama postrimera que despides gozoso, al recoger tu manto luminoso. Y al hundirte en poniente las olorosas flores se amortiguan, las donosas palomas se apaciguan, su canto melodioso finaliza el doliente ruiseñor y el glorioso nido buscan, tu llama expirando en la hermosa y alta rama. * * * Juan Bautista Vidarte nació en Humacao en el año 1826 |
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