— Vida tranquila — ¿Quien no gusta, Fileno, de la tranquilidad que el campo ofrece, y de entusiasmo lleno, la dicha que apetece en él no encuentra, y su placer no crece? El mundano ruido de la torpe calumnia el grito fiero, no turban, no, su oído, y sólo del jilguero el canto escucha, dulce y placentero. Reclinado a la sombra de la alta ceiba o roble corpulento, sobre la verde alfombra, de pesares exento, las horas pasa en plácido contento. No allí le envidia aleve turba su dicha o su quietud altera, ni la vil lengua mueve la lisonja rastrera del interés mezquina compañera. Allí mira dichoso cómo resbala el límpido arroyuelo, y en el curso caprichoso, con incesante anhelo, el lirio besa que engalana el suelo. ¡Oh torpe el que desprecia la fuentecilla alegre, el prado ameno, por la ruin pompa necia del pueblo en cuyo seno derrama el vicio su fatal veneno! Del mundo retirado, la grata soledad cantos me inspira; y ajeno de cuidado al eco de la lira libre mi pecho sin dolor respira. Que surque el ambicioso en frágil leño los revueltos mares, del oro codicioso: que yo, entre los palmares, vivo alegre, sin lujo y sin pesares. Intrépido el guerrero busque la lid, y títulos honores alcance con su acero. Yo entre galanas flores, ni sangre miro, ni contemplo horrores. Cuando al final del viaje rígido el cuerpo se desplome inerte, y silencioso baje allá, donde la Muerte todo en polvo mezquino lo convierte, sobre la tumba aislada, junto a la cruz, como único tesoro, con flores adornado poned el harpa de oro del pobre alumno del Castalio coro. * * * José María Monge nació en Mayagüez en el año 1840 |
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