Jorge María Ruscalleda



— Muerte —

Pluma veloz, la carne se desprende
en el aire atrapado del misterio.
Viento que se eterniza en cementerio
donde calla el silencio que se entiende.

Ancla que en la ceniza se sorprende
en la llama escapada del criterio.
Veta de luz dormida en el salterio
del sonido de luces que se enciende.

En la hora fugaz de la jornada,
no hay minuto final para el receso,
no hay oportunidad de retirada.

En esta encrucijada del exceso,
en que la vida es simplemente nada,
la muerte es una cuna sin regreso.

* * *

— Renuncia —

Si en la mentira popular, mañana
se adueñara el silencio de mi vida;
en esa misma lucha, perseguida,
sonará en la mudez de la ventana.

Si en el umbral de esa inquietud, se afana
en alumbrar la forma merecida,
en valle de sordera conocida
pondré sobre el secreto la campana.

Pero si en los caminos conocidos
de mi tierra, engañada por las flores,
me acribilla su escala de sonidos

con la sangre vendida de dolores,
renunciaré a los huesos más queridos.
¡Yo no quiero una patria de traidores!

* * *

— Partida —

Si tú me dices sí, rompo el misterio,
le quito a las estrellas la distancia.
Grito en el fondo, donde cada instancia
es voluntad de nube en el imperio.

En la ausencia y la lágrima es el serio
sangrar en el silencio de la estancia.
Allí la soledad es la lactancia
que roba la razón a mi criterio.

No tengo corazón para exigirte
la suerte que me das para perderme
en la historia en que ahora quiere sirte.

Nadie podrá jamás ya detenerme.
Yo no tengo ya nada que decirte.
Tú no tienes ya nada que ofrecerme.

* * *

— Vergüenza —

No eras estrella, pero te buscaba.
En la luna de tierra eras mi sino.
El golpe fue de seda, pero vino.
En esa primavera te esperaba.

La suerte de sentir que me nombraba
la soledad del peso más dañino,
no fue la excusa, pero fue el camino
para sentir que el tiempo me ordenaba.

La perfección no quiero para nada.
Me basta con vivir en los contactos
que pueda propiciar cada llamada.

No tengo corazones con los pactos
que alumbren mi vergüenza derramada.
Duelen más tus palabras que mis actos.

* * *

Jorge María Ruscalleda nació en Aguadilla en el año 1944

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