Julio Soto Ramos



— Una canción interminable —
A la memoria de Hilda

La noche mayera se abre
en el vasto panorama
de una luna redonda
como bermeja naranja,
que se acerca a mi balcón
tímida, apacible, casta,
olorosa a madreselva,
vestida de trinitaria.

Una llovizna saluda
con sus manos alargadas,
y apenas deja las huellas
de sus pisadas descalzas,
mientras el puño del viento
cierra fuerte mi ventana,
y fuera la luna fresca
monosilabea en las casas.

Hoy la ausencia de tus ojos
está llena de añoranzas,
junto a tu cuna vacía
paso mis horas amargas,
y te canta el corazón
sus canciones sin palabras.

Como del cuerpo mi sombra
mi dolor llevo del alma,
porque a pesar de tu muerte,
del tiempo y de la distancia,
en la misa del recuerdo
se humedecen mis plegarias,
mi pensamiento te vive
y el corazón más te ama.

Mi madreselva no tiene
sus campanitas de gala,
aquella noche las dió
todas para tu mortaja.
¡Qué de tardes se ve el sol
bebiendo en sus hojas lágrimas!

El mar lejano es un eco
de profunda carcajada;
en la boca de la noche
grita una estrella que pasa;
los árboles se despiertan
llenos de luz y de alas.

Dejo tu cunita sola
–pedacito de mi alma–
con la luna amanecida
se rompe en trinos el alba.

* * *

Julio Soto Ramos nació en el año 1903

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