La garza
Evaristo Ribera Chevremont
Es la mañana azul, y hay una grata
pincelada de rosa en la ribera.
La garza, melancólica y austera,
hunde en las ondas su inflexible pata.
En aquel semicírculo de plata,
frente a los cielos, bebe el sol y espera
al pez de ópalo y oro. Se dijera
que su pico se tiñe de escarlata.
Inmóvil, fija, y alargando el cuello
por la atención, en la virtud del día,
tiene la majestad de un signo bello.
Rodeada del lívido peluche
del manglar hosco, en la ribera umbría,
es rara joya en anticuado estuche.
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