La raza hispano-americana
Rafael Martínez Álvarez
En su "ser" nuestra raza es una y trina:
Hija de los pecados capitales,
forjada con aceros de puñales,
en un zarpazo de pasión caína.
Surgió de una sangrienta sarracina
que originaron odios ancestrales,
entre hispanos leones imperiales
y alados cóndores de la cresta Andina.
Le dió su estirpe la nación Ibera,
sus prejuicios, su sangre, su pujanza,
sus tradiciones y su lucha homérica.
Y por eso –ya en guerra, ya en bonanza–
aun se ve caminando por la América
a Don Juan, Don Quijote y Sancho Panza.
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