Soneto de la ausencia
María Isabel Arbona
Aprendí a sonreir nuevas sonrisas
y a bogar en océanos de piedra.
Aprendí a trajearme sin la hiedra
que inventó tu camino de caricias.
Aprendí a sazonar, con voz de brisas,
la noche del color que al hombre arredra,
y aprendí a ser volcán que ruge y medra
su polen desbocado de cenizas.
Aprendí a fermentar mis claridades
en las mudas raíces de tu sombra,
y aprendí a desandar las tempestades
que arrasaron tus pasos en mi alfombra;
¡mas no sé por qué tiemblo soledades
cada vez que el relámpago te nombra!
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