En el musgo verdoso de la pradera
que circunda las aguas de claras fuentes,
cual ínfimas estrellas fosforescentes,
fulguran en las noches de primavera.
Ya se tejen al toldo de enredadera,
que recaman de puntos resplandecientes,
o quédanse dormidos, como yacentes,
en el cesped mullido de la pradera.
Ya ocultos en el cáliz de los jazmines,
o errantes y perdidos por verdes llanos,
como almas luminosas de querubines.
Sonámbulos de amores, vagan ufanos,
y al verlos, me parecen, en los jardines,
esmeraldas que vuelan, los cucubanos.