— Amor — Sintió anhelos de volar el alma, y, ¡oh, Madre Melancolía!, a tu regazo se fue a rendir su peregrina ronda... Estabas con tus hijos los ensueños, que en caravana te llevaron flores, rezando un madrigal. Y eran besos de luz, tintas de ocaso, sombras de sueños que soñaron gloria, visiones que pasaron por un alma con besos de pasión entre los labios, trémolos de unas liras versallescas ocultas al dolor entre el ensueño... todas las dulcedumbres de sus versos, todas las armonías de sus palabras. ¡Oh, estrofa inmortal, gema purísima guardadora de un himno santo y bello...! ¡Oh, estrofa de pasión, hecha con mundos dispersos al amor de los ensueños por el ancho silencio de las almas...! ¡Oh, estrofa, poesía, ritmo, inspiración fuente creadora que tus hebras cantarinas lanzas al cielo, donde las estrellas, como pupilas soñadoras, buscan el encanto del vacío para en un ritmo nuevo, ondulante y ebrio de infinito, dar a los poetas el misterio de las cosas, el ensueño de las sombras y la nostalgia de la luna... de esa luna blanca , alma del dolor, que pasa por los cielos como una lágrima de angustia, y va a perderse luego con las luces de la aurora, para en el silencio de la noche seguir rodando, rodando... *** Manuel Osvaldo García nació en el año 1888 |
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