— La golondrina — Todos me llaman la peregrina porque me juzgan falta de hogar, y nadie sabe, ninguno atina por qué se encuentra la golondrina ora en la tierra y ora en la mar... Ya aspirando el aroma del incensario, cual veleta de torre de un campanario. Ya cual la yedra cubriendo con las alas marina piedra. Ninguno sabe lo que yo anhelo cuando del Juba paso al Genil, nadie comprende por qué, si vuelo, tan pronto altiva remonto al cielo, como rastrera bajo al pensil. Del Genil y del Juba son los raudales, bases de donde arrancan las espirales que el vuelo mío, traza y remonta en nubes en el vacío. Doquiera libre canta mi pico, donde yo quiero voy a parar, y casto lecho yo me fabrico, tanto en las grutas de Puerto Rico, como en la peña de Gibraltar. Hoy canto de Borinquen sobre alto techo; mañana en otros climas construyo un lecho. Así me paso de un polo al otro polo, de oriente a ocaso... Ninguno sabe, por mi fortuna, si cual los indios amo la luz; si soy cristiana, si soy moruna, si adoro ciega la media luna, o si sectaria, soy la cruz. Si llego a la mezquita del africano, beso la media luna del otomano. Si al templo asisto, estrecho entre mis alas la cruz de Cristo. Del orbe todo soy yo vecina, por templo tengo la inmensidad, de altar me sirve cualquiera ruina, soy de las aves "la golondrina", por Dios adoro "la Libertad". Dejad, pues, que en el aire, las alas vibre, a mi Dios entonando mi canto libre, mientras que paso de Norte a Mediodía de Oriente a Ocaso. * * * — Trova — La noche se aleja, la luz arrebola las nubes del cielo, las aguas del mar, levantan las flores sus lindas corolas, prorrumpen las aves en dulce cantar. Bendita mil veces la llama que afluye cual áurea cascada del seno de Dios, a cuyo reflejo la noche se huye sus tristes horrores llevándose en pos. En estos instantes de luz y armonía, de suave perfume, de vario color, en estos instantes que todo es poesía, que todo es encanto, que todo es amor: En estos instantes que bulle la fuente cubriendo de aljófar su limpio cristal, que vierte suspiros de amor el ambiente, que pía la alondra, que trina el zorzal: Los Magos te adoran aquí en el desierto, al sol de otro cielo, y al son del laúd, a un tiempo celebran en grato concierto ¡tu rara hermosura, tu excelsa virtud! Y abriendo las hadas el libro divino do en áureos renglones se lee el porvenir, alegres murmuran leyendo tu sino: ¡Oh fúlgida estrella de eterno lucir! ¡Oh bella sultana! Los hados alfombran de rosas eternas tu senda vital! ¡Oh bella sultana! Los Magos te nombran al son de sus guzlas en trova oriental. * * * Manuel Padilla Dávila nació en Toa Baja en el año 1847 |
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