Manuel Padilla Dávila



— La golondrina —

Todos me llaman la peregrina
porque me juzgan falta de hogar,
y nadie sabe, ninguno atina
por qué se encuentra la golondrina
ora en la tierra y ora en la mar...

Ya aspirando el aroma
del incensario,
cual veleta de torre
de un campanario.
Ya cual la yedra
cubriendo con las alas
marina piedra.

Ninguno sabe lo que yo anhelo
cuando del Juba paso al Genil,
nadie comprende por qué, si vuelo,
tan pronto altiva remonto al cielo,
como rastrera bajo al pensil.

Del Genil y del Juba
son los raudales,
bases de donde arrancan
las espirales
que el vuelo mío,
traza y remonta en nubes
en el vacío.

Doquiera libre canta mi pico,
donde yo quiero voy a parar,
y casto lecho yo me fabrico,
tanto en las grutas de Puerto Rico,
como en la peña de Gibraltar.

Hoy canto de Borinquen
sobre alto techo;
mañana en otros climas
construyo un lecho.
Así me paso
de un polo al otro polo,
de oriente a ocaso...

Ninguno sabe, por mi fortuna,
si cual los indios amo la luz;
si soy cristiana, si soy moruna,
si adoro ciega la media luna,
o si sectaria, soy la cruz.

Si llego a la mezquita
del africano,
beso la media luna
del otomano.
Si al templo asisto,
estrecho entre mis alas
la cruz de Cristo.

Del orbe todo soy yo vecina,
por templo tengo la inmensidad,
de altar me sirve cualquiera ruina,
soy de las aves "la golondrina",
por Dios adoro "la Libertad".

Dejad, pues, que en el aire,
las alas vibre,
a mi Dios entonando
mi canto libre,
mientras que paso
de Norte a Mediodía
de Oriente a Ocaso.

* * *

— Trova —

La noche se aleja, la luz arrebola
las nubes del cielo, las aguas del mar,
levantan las flores sus lindas corolas,
prorrumpen las aves en dulce cantar.

Bendita mil veces la llama que afluye
cual áurea cascada del seno de Dios,
a cuyo reflejo la noche se huye
sus tristes horrores llevándose en pos.

En estos instantes de luz y armonía,
de suave perfume, de vario color,
en estos instantes que todo es poesía,
que todo es encanto, que todo es amor:

En estos instantes que bulle la fuente
cubriendo de aljófar su limpio cristal,
que vierte suspiros de amor el ambiente,
que pía la alondra, que trina el zorzal:

Los Magos te adoran aquí en el desierto,
al sol de otro cielo, y al son del laúd,
a un tiempo celebran en grato concierto
¡tu rara hermosura, tu excelsa virtud!

Y abriendo las hadas el libro divino
do en áureos renglones se lee el porvenir,
alegres murmuran leyendo tu sino:
¡Oh fúlgida estrella de eterno lucir!

¡Oh bella sultana! Los hados alfombran
de rosas eternas tu senda vital!
¡Oh bella sultana! Los Magos te nombran
al son de sus guzlas en trova oriental.

* * *

Manuel Padilla Dávila nació en Toa Baja en el año 1847

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