— Invitación al polvo — Éramos flores desterradas desde un Caribe ancho y luminoso a un apartamento nocturno y estrecho. Éramos un recuerdo distinto y similar de voces amorosas que quedaron atrás encerradas en el mar, jugando al escondite por bosques milenarios y volcanes dormidos. Éramos todo eso y mucho más: el eco de un espíritu sincero que cambió brisa por humo, fuego de sol por ceniza, gente de carne y hueso por máscaras anónimas, hombres de la ciudad que en el amor volvieron a sus islas infinitas. Cubanacán boricua y Borikén cubano, finalmente abrazados, con las alas cortadas falsificando vuelos, como cambiando pétalos por plumas. Éramos boleristas de la misma loseta: vereda tropical y niebla de riachuelo, un desvelo de amor bajo Venus, olas y arenas de una nave sin rumbo, besos de fuego para una canción desesperada, yo era una flor y tú mi propio yo. Con lágrimas de sangre quise escribir la historia que ahora escribo con sangre, con tinta sangre, del corazón. Éramos compañeros del desorden profundo, pasión de vellonera hombres por fuera y por dentro, no solamente cuerpos sino historia. Éramos la victoria de amarnos sin prejuicios, sin posesión ni celos, sabiendo que lo eterno dura un segundo. Éramos los remeros de la misma galera en busca de esa isla que al final los libera. Éramos mucho menos de lo que ahora somos. * * * Manuel Ramos Otero nació en el año 1948 |
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