— La musa en ocios — No es posible que resista esa situación del diablo, y te escribo esta revista o la "Epístola de Pablo", (no de Pablo el Evangelista). Porque me consta, a fe mía, que a las mujeres, a todas, estorba la ortografía, y no quieren esas modas de amorosa tiranía. (En la sección de mujeres no pueden tener ingreso las "literatas". Son seres que según los pareceres carecen de propio sexo). Y tú me exiges, no obstante, una puntuación cabal, pidiéndome suplicante que a mi cariño incesante le ponga punto final. Mis afectos expresivos no es posible pretender que enmudezcan, ni tener que con puntos suspensivos, el examen suspender. Esto causa admiración, y no me explico el por qué; y pues la razón no sé, atenta interrogación, Carmen, te dirigiré. ¿Por qué la ilusión que anida mi pecho quiere matar? ¡Tal pretensión es suicida, porque el crimen intentar es atentar a tu vida! Pretendes, Carmen, que coma la pena mi corazón, que es peor que la carcoma que en lo desusado toma gigantesca proporción. Te reirás de la quintilla por el símil tan prosaico; pero es de razón sencilla; lo arrinconado, lo arcaico, se ennoblece o se apolilla. Y aunque parezca una una broma tiene importancia el asunto; pues hasta que la carcoma se fije en un punto y coma para que se extienda al punto. Que el triste aviso sería de ir a hacer a los difuntos espantosa compañía, por poner por tu manía sobre mi boca dos puntos. Se expresa la simpatía uniendo los caracteres, que corriente de armonía establece entre dos seres la más bella analogía. En una palabra, el trato es la fuente del amor, que el diligente conato de darle vida y calor le hace delicioso y grato. Si tal hacemos, lo auguro, ha de ser, aunque imperfecto, tu cariñoso futuro, y tú serás, de seguro mi complemento directo. No de un modo imperativo te impongo mis opiniones, es de un modo indicativo pues te indico estas razones por el siguiente motivo: Porque me parece ver que eres victima del sino, creyendo que en tu camino te ha de deparar el ser que una al tuyo su destino. Porque si la fe te ofusca a ir del destino en pos, donde el acaso conduzca, con esto se ofende Dios que libremente se busca. Para dar por terminada esta epístola amorosa, contéstame, niña amada, si quieres ser la llamada, ¡la llamada a ser mi esposa! |
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