Vienes de la India, señor de la Gracia,
y, en aire puro de los días claros,
sueltas tus plumajes esbeltos y raros,
como extraño signo de artística audacia.
En los jardines dnde nieva luz la acacia,
abres de tu cuerpo los líricos aros.
¡Joya que orientales príncipes avaros
guardarán, celosos, en su aristocracia!
Luce al sol de oro tu penacho bello
sobre las azules plumas de tu cuello,
que es la linea rara del arte que empieza...
Y en el fausto antiguo de tus colas anchas,
se ven las chinescas fantásticas manchas,
como ojos que admiran su propia belleza.