Pedro López Adorno



— Amoroso ajedrez —

Aunque muchos piensen que las piezas
no existen, este caprichoso ajedrez
vuelve a sus lechos.

Vuelven las aperturas. Su imán
peligroso. EI magín en que uno
es el peón iluso. Evade
cuanta trampa aparezca. Vence
contrincantes de peso en esa cima
en que todo se pierde.

AlIí la esencia de la combinación
inolvidable. La inusitada escaramuza.
Los cuadros de una noche que no tenga
fin. Esquivar damas de humo
en tránsito al combate.

Como si fuese uno
entregándose a la contienda
al final del camino. Complicidad
de las capturas. Arrebato
cuerpo a cuerpo.

Todo feroz porque siempre es más
sutil el desengaño.


— Interludio sureño —

Puede ser la hoguera de la casualidad,
el paladar de un vacío. Fugaz en el hallazgo
los cuerpos aterrizan. Episodio,
contemplación, abismo,
melodía, seducción,
la metáfora de pájaros sedientos
que en la orilla zozobran. Puede
ser el gran olvido sobre la miel de
los glúteos. Temblores
de cielo
entre sílabas y no hay mejor
poema que esa pareja
de enemigos en el lecho. Puede
ser esa línea recta que lleva
al amor a New Orleans y del Mississippi
superfician los dones de la sombra, las salchichas
y mariscos testigos de la primera
cópula. Puede ser. Siempre
puede ser la blancura de la página la dueña
de ese jazz que sólo desde y sólo
hacia (o viceversa) puede ser sin
ser
asfixia.

Pedro López Adorno nació en el año 1954

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