Dice el Padre: Hijo mío, te ha insultado
la turba; no respeta tu persona,
de tus santas doctrinas se ha olvidado,
y al tiempo de la prueba te abandona.
Tus viñas y trigales ha hollado,
por Judas contra ti se envalentona,
y las palmas y olivos ha trocado
por agrias zarzas para tu corona.
Abofeteó tu rostro, irreverente,
y para escarnio te juzgó demente,
tu ropa desgarró con odio impío;
¿Qué castigo le doy para escarmiento?...
Dijo el patriota en su postrer momento:
¡Es mi pueblo, perdónalo, Dios mío!