— La que no llega — No te he visto esta noche, amada mía, no te he visto esta noche, novia ingenua, hermana de las rosas que se duermen en el jardín de la gentil quimera. Han esperado en vano mis ansias en la reja: me dieron sus perfumes los claveles y su luz las estrellas, la noche su misterio envuelto en sombras y el aura nocturnal su cantinela. Pero tu amor, amada, no me dieron la noche y las estrellas. Sintieron mis pupilas la nostalgia de las tuyas tan claras, tan serenas, de tu mirar tranquilo en donde asoma desnuda el alma que palpita y tiembla bajo el ardor de una ilusión que hechiza como la primavera, la primavera hermana de tu blonda y rizada cabellera. En vano te esperaron mis pupilas fijas en el temblor de las estrellas. Mis labios, labios sabios, eruditos de amor, vierten un rezo... Ellos sienten la sed que nos enferma, la que a la carne abrasa, la que a las almas torturadas quema. La que lleva al abismo o al centro luminoso de una estrella. ¡Oh, la sed de los besos, infinita, inmortal y siempre bella!... Esta noche, mi bien, todas mis coplas suenan como una queja; mi verso es como el canto de una alondra que gime prisionera. Te he esperado esta noche mirando al cielo azul, sin verlo apenas. Filtro de melancólica amargura es el amor cuando se va y nos deja... Se dijera que entonces es la vida una noche abrumada de tinieblas. Cuando el amor nos abandona, todo parece muerto en la naturaleza... Y es que el fin de la vida es siempre el mismo: Esperar a una novia que no llega. Rafael H. Monagas nació en el año 1891 |
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