— Parábola del hombre bueno — Era un anciano bíblico de barba florecida, de ojos siempre serenos y mirada encendida por una luz divina de ensueño y de ilusión, que en todos los senderos santificó su vida consagrada al trabajo y a la meditación. Aquel viejo de ingenuas transparencias de niño de cuya voz fluían el amor y el cariño tuvo dulces palabras de amor y caridad; y al llegar en la vida a la más alta cumbre con voz de profecía, lleno de mansedumbre, su mensaje de fe legó a la humanidad. "Ama y trabaja", y su voz tan suave era como el susurro melódico de un ave. Y la gente escuchaba su mensaje de paz. El hombre dialogaba... Y era en su pensamiento sereno y pertinaz. "El amor dará alas a tu ensueño y tu anhelo, y el trabajo es la fuerza que impulsará tu vuelo hacia las altas cumbres de santa redención; junto al músculo fuerte de la mano adiestrada que la semilla vierte mantén limpio de manchas tu ingenuo corazón". "Ama y trabaja", dijo, y el viento caminaba llevando su mensaje de ciudad en ciudad; y mientras el apóstol sereno conversaba había en sus palabras soplos de eternidad. "El amor es la fuente de toda cosa pura. En él se encarna el verbo y el principio fulgura; nos eleva hasta el cielo; es en la vida breve, alma de lo inmortal, en un supremo anhelo de gozar las delicias de un divino ideal". El mar entre sus ondas ágiles y rugientes recogió su mensaje de luz y de verdad, y lo ofreció a los hombres de cinco continentes como principio único de suprema bondad. "El trabajo es la fragua en donde el hombre fuerte su espiritu modula y en donde el alma vierte para el futuro arcano la semilla auroral. Hay en todo esfuerzo la lumbre de un poema que es símbolo de aurora, abnegación y lema del universo henchido de creación inmortal". Así dijo el anciano de barba florecida y en un soplo divino de eternidad y vida en el mar y en el viento se hizo un himno sonoro su augusto pensamiento. * * * René Jiménez Malaret nació en Adjuntas en el año 1903 |
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