Reynaldo Marcos Padua



— Piélago —

Al amparo del mar, Señor,
surca tu huella
la irremediable necesidad de tu vacío,
en cada microsegundo
que acompaña la ola
de mi sangre en el latido
de este dolido corazón sangrante.
No hay quien escape
de tu amor sin límites;
porque la muerte es el punto de encuentro
y acaso sea su precio,
en la amargura de conciencia y de luz,
la trama del dolor,
la sensación inconcebible de tu olvido.
Con un salto al abismo de tus brazos
hacia rocas hirsutas,
hacia el agua terrible
y tentadora de belleza perfecta.
Eso es el beso tuyo,
asexual, inmortal,
y prepotente de pasión,
como la tenue muerte del orgasmo
que nos deja una paz minúscula y compacta
y una pena perpetua con recuerdo
de haber sido abismales,
tal vez en un principio,
y haberlo dado todo a cambio de la Nada.

* * *

— La llave del mar —

El mar es un pensamiento,
Ondula su azul certeza,
Masa de agua que en el viento
mueve en la tierra su pieza
de ojo azul. Celeste invento
que al ojo del hombre expresa
su circunstancia e intento
de cubrir con sal su presa
que es la roca rigurosa.
Y en toque de mariposa,
de aguadas alas intensas,
cuando en las olas inmensas
su azul ser duerme y reposa,
en la anchura que es su fosa.

* * *

Reynaldo Marcos Padua nació en Adjuntas

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