— Piélago — Al amparo del mar, Señor, surca tu huella la irremediable necesidad de tu vacío, en cada microsegundo que acompaña la ola de mi sangre en el latido de este dolido corazón sangrante. No hay quien escape de tu amor sin límites; porque la muerte es el punto de encuentro y acaso sea su precio, en la amargura de conciencia y de luz, la trama del dolor, la sensación inconcebible de tu olvido. Con un salto al abismo de tus brazos hacia rocas hirsutas, hacia el agua terrible y tentadora de belleza perfecta. Eso es el beso tuyo, asexual, inmortal, y prepotente de pasión, como la tenue muerte del orgasmo que nos deja una paz minúscula y compacta y una pena perpetua con recuerdo de haber sido abismales, tal vez en un principio, y haberlo dado todo a cambio de la Nada. * * * — La llave del mar — El mar es un pensamiento, Ondula su azul certeza, Masa de agua que en el viento mueve en la tierra su pieza de ojo azul. Celeste invento que al ojo del hombre expresa su circunstancia e intento de cubrir con sal su presa que es la roca rigurosa. Y en toque de mariposa, de aguadas alas intensas, cuando en las olas inmensas su azul ser duerme y reposa, en la anchura que es su fosa. * * * Reynaldo Marcos Padua nació en Adjuntas |
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