Estás en verde ondulante,
con tus lomas como un signo
sobre un pliego de tu historia
que sólo ha cantado el río
que lame tus barrios bajos
por la ribera extendidos.
Vieja "Nueva Salamanca".
San Germán; baluarte invicto
de rejas y tradiciones,
cantares, rezos y ritos...
Por tus calles torturantes,
–modernos anacronismos
de fatigas ancestrales–
marcha tu pueblo, rendido,
al clamor de los calvarios
de tus cuestas en delirio.
"Colinas de Santa Marta":
–incienso, solar bendito–.
Geranios de Santa Rosa
en las manos de tus niños.
Golondrinas milagrosas
que vuelan marcando el sitio
de las piedras veneradas
de "Porta Coeli", el altivo
Partenón de credo y raza,
cuyo sagrado recinto
aún huele a glorias pasadas
y a oración de Dominico.
En el "Cerro de los Libres"
tu "Ceiba Histórica" ha dicho,
con voces que nadie escucha,
la historia que no se ha escrito.
¡Quién sabe si de su sombra
venga el hombre presentido
y nos alumbre su antorcha,
con claridades de Olimpo,
el alba de un nuevo día
esperado ha cuatro siglos.
Noble "Ciudad de lad Lomas",
blasón de romance antiguo,
tus viejas piedras resumen
las hazañas de tus hijos:
Ramírez, Palmer, Quiñones,
Lugo, Tió y otros que olvido
que han dado vuelo a tu orgullo;
tus poetas distinguidos,
tus atletas campeones,
–orlas de laurel y mirto–;
tu Santa Rosa perdida
sin altar aún definido...,
las ondas de tus colinas,
cauces de los infinitos
lagos de aire y horizontes
en su fondo recogidos,
te circundan, por lo alto,
como un parque de divinos
tazones, de cielos llenos,
para ungirte bendecidos.
Tienes la gloria en los agros;
la sonrisa del Destino;
páginas de oro en la historia;
la devoción de tus hijos;
cansancios anticipados
en tus calles y caminos,
en marcha, siempre hacia arriba,
descifrando el escondido
símbolo caliente y seco
de tus cuestas en delirio.
Difundan, "Ciudad de las Lomas",
clarines de oro fundidos,
la honra y prez de tus blasones
de inigualado prestigio.
¡Quién sabe si de tus cuestas
venga el hombre presentido
para rescatar la isla
que soñando hemos perdido,
y nos alumbre su antorcha,
con claridades de Olimpo,
el alba de un nuevo día
esperando ha cuatro siglos!