— Cuatro — Sus notas son chillidos de jibarita, que respinga al pellizco de algún compae, o suspiros de vieja que se distrae recordando los tiempos de la enanita. Ya roba sus quejidos a la guitarra, ya remeda el relincho de viejo flocho; ora imita el chirrido de la mijarra, ora el chis-chás del filo de agudo mocho. Es un jíbaro anémico y busca-bulla de esos que no perdonan baile ni trulla; sus clavijas parecen maestros rurales y en sus cuerdas hay tipos de concejales. Tiene en boda o bautizo puesto seguro: su ritmo es el cacique de nuestra tierra; todo cuanto este suelo de raro encierra, ante ese ritmo surje como a un conjuro. Y así, en desfile alegre o estrafalario, vemos cómica escena: la del velorio, un muerto que se hincha bajo el sudario, y, alrededor del muerto, risa y jolgorio. Después del De profundis, la gran bayoya, cuadro digno del viejo cantor de Troya; dos gallos que se arrancan plumas y crestas y gentes que a trompadas ganan apuestas. Una noche de reyes o de la octava, con cazuela, almojábanas, majarete, de vivarachas hembras un reguerete, agualoja, cañete, música brava, el cuatro nos recuerda la pica-pica, encanto de los bailes donde se cuela, y ese brevaje inmundo, la botijuela, que guarda más venenos que una botica; la changa, que no escoge cañaverales, el viento que destroza los platanales; los granos invadidos por el gorgojo; las bestias atacadas del mal de ojo, y el ciclón de subsidios, contribuciones, y derramas embargos ... terrible enjambre que no deja tranquilos ni los terrones, y canto más engulle, siente más hambre. Lleva el cuatro en sus notas nuestra indolencia, olores de mameyes y guayaberos, nuestro amor a esta tierra de los guagüeros, y el desdén al combate por la existencia. No hay entrés que en sus cuerdas no se baraje; por eso de los campos es el cacique; por eso los conjuros de su repique el país nos recuerdan ... y el paisanaje. * * * Salvador Brau Zuzuarregui nació en Cabo Rojo |
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