¿Es ave esa mujer, o flor o estrella?
¿Náyade, acaso? ¿musa? ¿palma? ¿lirio?
¡Brilla en sus ojos el fulgor de Sirio,
y el alma de un jazmín palpita en ella!
En sus labios de púrpura, destella
el resplandor sangriento de un martirio;
y en su carne fantástica, el delirio
dejó estelada su incitante huella.
Al andar, sus caderas de sultana
entonan una música pagana
de tibias notas que al amor conspiran.
Y detrás de sus curvas de española
casi se pueden ver, formando cola,
los besos de los hombres que la miran.