— El lamento que se esfuma — En lamento que se esfuma, una oscura transición de cuerpo amado copula su ilusión de espuma y hueco, de adverso antojo. Se vuelca al lado de mi sombra y en mi sombra no es sombra sino hombre que me invento más allá de la muerte y sus penumbras vegetales (su ambición cortada de ancha trenza que me anima). Ni conociendo estoy contenta. Me sumo, amo tu figura rota que se aleja (tu cuerpo remoto, tu lejana alma tallada hallando vacíos primordiales de distancia). De dos terrestres cardinales sólo mi robusto cadáver colgando de la tierra anda, tiembla y nace. Yace en vertical mi sueño que no es sueño sino espejo, columnado estiércol que rebota en la hermosa costumbre de mis huesos. Y sueños que se sueña el sueño con la muerte. Me voy vistiendo de un constante hedor a selva agria, a infame turba de monstruos coloquiales, a disgusto interno de molusco que transpira. Me salgo, y en la rebelde ternura de mi sombra no tengo edad ni bulliciosa sangre. De la nada caigo y ni me vuelvo a reconocer la fiera imagen que me espera. Vanessa Droz nació en Vega Baja en el año 1952 |
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