William Pérez Vega
( Comerío, Puerto Rico )

Poema de la dignidad

He andado por los pasillos de todos los silencios
como un eco que se difumina entre las paredes duras,
insensibles, subiendo y bajando escaleras
en el camino largo de la soledad y el sacrificio
como una ruta que no termina,
como una pared que se extiende en todas las direcciones,
como una flor cuyo capullo se marchita antes del amanecer
como una lágrima seca que no puede salir.

He sentido el látigo ominoso de la humillación,
la burla deshumanizante de los amos,
la palabra que pretende cercenar
cualquier atisbo de amor propio
porque al que manda no le importan las razones.

Ahora sé lo que sintió Juana de Arco cuando la quemaban,
lo que sufrió Juana Colón ante el ataque vil de los riquitos,
lo que sintieron Hostos y Betances encarcelados o desterrados,
lo que sentían todos los humillados y atropellados
lo que sintió doña Adolfina al ver arrasado el rincón de sus sueños.

Ahora sabemos lo que sentía Cristo al predicar en el desierto,
al ser vendido por treinta monedas de plata,
al ser subastada su libertad como si fuera un vil delincuente,
al ser desnudado y latigado sin razón alguna,
al tropezar camino al calvario que otros le inventaron
ante el escupitajo cobarde de los que no supieron ser solidarios.

Porque he tratado de hablar y no me escuchan,
porque han pretendido que camine de rodillas,
porque han pretendido que camine a rastras
sin atreverme a levantar la cara porque me la abofetean,
porque los que tienen el poder y la riqueza están sordos
ante todos los razonamientos posibles.

¿Qué nos queda?
¿Es posible otra humillación?
¿Seguir cabizbajo ante las amenazas irrespetuosas
de los que se creen amos?
¿Seguir caminando de rodillas y llorando en silencio?
¿Qué otra cosa nos harán mañana?

¿O tratar de levantar el rostro y vencer el miedo?
¿O superar el silencio vergonzoso y gritar hasta abrirle los oídos?
¿O levantarte y arrancar el látigo cruel de las manos inescrupulosas del amo?
¿O unir todos los gritos, todos los clamores para construir
el torrente indetenible de los que se atreven a defender su dignidad?

Si ahora no me levanto, ¿que otra humillación nos espera?
¿Seguiremos la ruta de Judas, del amo, de Herodes o Pilatos?
O seguiremos las huellas de Juana que supo defender a los suyos,
de Hostos, Betances, Bolívar y Martí, de Luther King y Mandela?
¿Permitiremos que mañana escriban de nosotros
que no tuvimos el valor de defender nuestra dignidad,
que nos escondimos y barrimos el piso con nuestra vergüenza?

¿O por sobre el miedo y los atropellos levantaremos el rostro
venciendo todos los calvarios para echar a los mercaderes del templo,
hasta destruir el templo y reconstruirlo a fuerza de valor y sacrificio?

Yo quiero que digan que supe defender mi dignidad.

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